domingo, 13 de enero de 2008

La berrea aznalfarachera


En Villarruido da igual que sea invierno o verano, día o noche, que la canalla pueblerina de niñatos canis alardea de su logsiana formación para deleite y disfrute de aquellos que otorgaron total libertad y ausencia de deberes a tamaña especie de mandriles inadaptados.
Ahora, además de los desmanes a que nos tienen acostumbrados y cuyo efecto es visible en los despertares de la Villa (que no en los de sus buenas gentes que no pegan ojo), su nueva diversión es un concurso de berrea. La banda mandrilera de canis toma por asalto una plaza del pueblo, allá por horas cercanas a la madrugada, y se inicia el concurso de berrea donde demuestran cómo la enseñanza musical les sirvió para dar un alarido interminable, monótono, con los pulmones a punto estallar (qué pena que no le estallen), como auténticas fieras en una orgía de sangre. La mandrilada suele culminar con la berrea común de todos sus componentes para que su hazaña sea oída más allá de nuestras fronteras aznalfaracheras, quizá para desafío de otras especies hispalenses o maireneras que deben tomar nota de la salud de las faringes mandrileras de la manada local. Esta Villa cada día parece más una selva donde la ley es comer y no ser comido. ¡Si nuestros abuelos levantaran la cabeza y vieran lo que hemos hecho con ella!

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